GIGANTISMO COFRADIERO

Desde la manigueta se ve casi toda la cofradía, y aquí, asido a ella, uno reflexiona sobre las cosas que pasan en nuestras hermandades.

No vamos a cansarnos de hablar desde esta manigueta de la desproporción, la desmedida y el gigantismo impropio y desmesurado que hace tiempo tienen nuestras cofradías.

Leía el otro día a mi estimado Manolo Ruiz (pareja nombrada de este maniguetero desde los tiempos del cuplé de Ondaluz, que rima con Ruz, quien nos nombró) hablando del cambio radical que proponen algunos hermanos mayores con respecto a la estructura del Consejo. Más que radical, según leía, lo que se propone es un cambio profesional. ¡Alarma! Profesionales en las hermandades, gerentes, ceos, jefes de prensa, liderazgo, modernización, todas estas palabras podíamos leer en el artículo… ¡Ojú!

Si suelen entrar por aquí los miércoles, hablando de leer, también habrán leído que desde esta manigueta siempre defendimos el carácter voluntario del desempeño de funciones de los dirigentes de nuestras hermandades y cofradías, así como que las mismas, históricamente, se han nutrido de los distintos profesionales que entre su nómina de hermanos ha habido para aquellos asuntos que requieren de un especialista (abogados, arquitectos, economistas, etc. etc.). Y aquí es donde viene aquello de la gallina o el huevo.

Tal es la dimensión que han alcanzado nuestras hermandades que, lógicamente, los presupuestos y balances, las nóminas de hermanos y las gestiones asociadas no son baladíes. Cualquier cofrade con familia y trabajo dispone de un tiempo libre limitado que, voluntariosamente, puede dedicar a la hermandad. Cualquier profesional puede donar su tiempo y su saber para un trabajo puntual, un servicio, a su hermandad, para liberar a esta de gastos, como siempre ha sido. Lo que ocurre es que actualmente es tal el volumen de trabajo y de gestiones, no solo las derivadas del día a día de la hermandad, si no, sobre todo, las que las propias hermandades nos hemos autoimpuesto, que no hay cofrade, a no ser que esté jubilado o sea funcionario, que pueda soportarlo.

La globalización ha ayudado, y nuestra ambición, a este crecimiento desmedido, porque hacemos hermanos de nuestras hermandades a cofrades procedentes de toda España (no seré yo quien ponga puertas a la fe ni a la devoción, por favor) a sabiendas de que serán poco más que una cuota y un presumido nazareno de Sevilla entre sus paisanos. Hermanos on line de hermandades que caben en un bus durante todo el año…, salvo los días santos, claro, en los que llenamos cortejos masificados, ponemos a personas en peligro en templos abarrotados muy por encima de su aforo y además seguimos presumiendo de ello.

Por otra parte, es tal la inmundicia y la mediocridad de la que se nutren las redes sociales que cualquier tema alcanza unas cuotas de marujeo impensables hace unos años. Todo se magnifica, todo se publica (los medios no ayudan precisamente, porque vaya tela, por ejemplo, los últimos tuits de la cuenta del martillo que llevan los pasos), todo se comenta y, lo peor, es que se tiene en cuenta el comentario del primero que opina bajo un seudónimo al mismo nivel que las palabras de cofrades, profesionales o personas con una trayectoria contrastada.

Entonces… ¿Hacen falta profesionales porque profesionalizar las hermandades sería la solución a esta desmesura más buscada que encontrada? ¿Es este crecimiento el que demanda una profesionalización de los asuntos cofrades o somos los cofrades los que no somos capaces de controlar lo que nosotros mismos hemos provocado? ¿Quién nos convenció que más era mejor? ¿Nadie encuentra una solución “políticamente correcta” para frenar esta vorágine que nos devora? ¿Seguimos proponiendo soluciones sin dejar de correr hacia adelante? ¿Seguimos agigantando, monetizando, materializando y profesionalizando nuestras hermandades, creadas y pensadas para vivir la fe desde la cercanía del hermano, de las imágenes y del culto cotidiano, alejándolas así cada vez más de su verdadero sentido y sus auténticos fines? 

Y termino como casi siempre últimamente: otro día más hablando de cofradías y sin hablar de Dios. “Con vosotros está y no le conocéis, su nombre es el Señor”.

2 comentarios en “GIGANTISMO COFRADIERO

  1. Personalmente, la Semana Santa cada vez me parece más un gigante con pies de barro. Un claro reflejo de la sociedad actual donde dar un «like» a la foto del paso en una red social cualquiera vale más que la asistencia a los cultos el resto del año.

    El postureo siempre ha estado ahí, pero dudo que a los niveles de ahora. Y si de lo que se trata es de quedar bien, copiar los usos y costumbres de lo que se considera exitoso, pues se hace, aunque a las cofradías se las tomen por empresas ávidas de beneficios, como decían en aquel video del Palermasso donde querían formar una nueva junta.

    Ojo. Que en el caso los nuevos medios tienen sus ventajas y pueden ser una herramienta muy valiosa para los hermanos que a su pesar no pueden participar del dían a día de sus hermandades. Pero los estamos convirtiendo en un fin. Como se hace con el resto de las cosas. Un viaje, por ejemplo. O un libro que hayas leído —perdón, no he dicho nada— o una película. Si no la cuelgas en redes sociales es como si no lo hubieras hecho y no lo disfrutas por sí. De echo, no lo disfrutas. El único fin es subirlo a redes y presumir.

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