
Desde la manigueta se ve casi toda la cofradía, y aquí, asido a ella, uno reflexiona sobre las cosas que pasan en nuestras hermandades.
Todas -nuestras hermandades- están muy bien representadas en la Procesión del Corpus Christi que organiza el Cabildo Catedral. Es una consolidada tradición el hecho de acompañar a S.D.M. ese día, el más bonito de Sevilla para este maniguetero; incluso desde niño son muchos los sevillanos que son luz para el Santísimo el Jueves de Corpus, animados por sus padres a conservar la costumbre. Otra cosa distinta será que verdaderamente esos niños y sus padres sepan realmente qué están haciendo y por qué, como ya escribimos hace años desde esta manigueta, aquello de “tradición sin oración es afición”.
Ese día Sevilla se divide en dos: los del cortejo y los de las sillas. De uno u otro bando, realmente es un día precioso para un cofrade, un día que comienza desayunando con amigos y hermanos, los saludos del Patio de los Naranjos, comprobar cómo se organiza un cortejo de miles de personas, formar parte de él, lo que de fructífero tiene acompañar a Jesús Sacramentado, la vuelta de la Cena, la Hiniesta, etc. etc. Sería redondo si se pudiese disfrutar de la víspera, como se hacía antaño -no hace tanto- pero ya es imposible, es una heroicidad intentar ver algún altar y/o escaparate en el centro, de locos.
La réplica la tenemos el domingo, día que verdaderamente la Iglesia celebra la Festividad del Corpus Christi, con las Procesiones Eucarísticas de los barrios y de las hermandades Sacramentales, verdaderas maravillas por su cuidada preparación, por el sentido de lo que se celebra, por ser esa escuela que a muchos niños les falta para comprender el misterio de la Eucaristía, por el tamaño de sus cortejos que hace que se pueda adorar al Señor con verdadero sosiego y con ausencia de bulla y de excesos. Maravillas en muchos casos tan desconocidas como auténticas. Sevilla.
Disfrutemos, si la meteorología lo permite, de estos días de Corpus Christi, de lo auténtico de Sevilla, del Cuerpo de Cristo entre nosotros más que nunca en el año, de vivir y enseñar la fe, que de eso se trata. Permítanme recomendarle para estos días, si lo estiman, la lectura de la Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis” de Benedicto XVI… ya me contarán.